top of page

¿Y si dejáramos de creer que nos construimos desde cero?

Se dice a menudo que la infancia es una etapa de construcción, que todo se juega en esos primeros años, que ahí es donde se forma nuestra personalidad.Pero esta visión, por muy extendida que esté, no refleja la realidad que yo percibo.


Para mí, no es durante la infancia cuando nos construimos...Es, sobre todo, cuando comenzamos a cerrarnos.


Un equipaje emocional ya presente al llegar


La idea de que nacemos como una hoja en blanco me parece cada vez más equivocada.Yo creo, por el contrario, que llegamos con un equipaje emocional, con una vibración, una sensibilidad particular… e incluso con una misión de vida.


Y esto no es solo una intuición espiritual:la fecha de nacimiento revela con una precisión asombrosa el contrato de vida con el que venimos.

Muestra la emoción maestra, los desafíos que vamos a vivir, nuestras herramientas internas…

Y cuando se observa con atención, la duda ya no es posible.


Pero lo que traemos al nacer, muchas veces no es comprendido.

Ni por nuestros padres, ni por el mundo que nos rodea.

Y a veces, ni siquiera por nosotros mismos.


Imagina un niño sensible, abrumado por emociones que no entiende.

Un niño que llora o se enoja “sin razón aparente”.


Y frente a él, adultos bienintencionados, pero superados, que intentan corregir o calmar lo que parece “ilógico”.

“¿Pero por qué reaccionas así? ¡Si no está pasando nada!”

Y ahí es donde comienza el repliegue.

El niño se calla, no porque haya entendido, sino porque siente que no tiene derecho a ser tal como es.


Aprende a encajar, a cumplir expectativas, a fingir que todo está bien.

Y poco a poco, entierra lo que había venido a expresar.


No se construye a un ser… se le enseña a no olvidarse de sí mismo

Lo que observo es que la mayoría de nosotros pasamos luego toda una vida tratando de recuperar lo que perdimos en esos primeros años.


No estamos tratando de convertirnos en alguien.

Estamos deshaciendo, capa por capa, todo lo que construimos para poder sobrevivir.


No se moldea a un niño como se construye una casa.

Se le ayuda a mantenerse conectado con su esencia,

a acoger lo que siente sin reprimirlo,

a transformar su emoción en brújula, no en enemiga.


Conocer su contrato de vida… y el de nuestros hijos


Por eso hablo a menudo del contrato de vida.

No para poner etiquetas.

Sino para ofrecer claves de comprensión.

Porque cuando entendemos la emoción maestra con la que un niño llega al mundo, cuando vemos con claridad el camino que ha venido a recorrer, entonces dejamos de querer corregirlo.


Y comenzamos a acompañarlo para que no se pierda a sí mismo.

Porque no es el niño el que está mal.

Es el entorno el que todavía no sabe cómo escucharlo de verdad.

“El niño no es un ser que hay que moldear,sino un alma que hay que reconocer.”– Patrick Oester

¿Y si simplemente los dejáramos ser?

¿Y si realmente escucháramos lo que las emociones de nuestros hijos nos quieren decir?¿Y si les diéramos la posibilidad de no olvidarse de quiénes son?¿Y si, al guiarlos sin apagarlos,abriéramos también la puerta a nuestra propia sanación interior?


Comprender su contrato de vida es ofrecerles aquello que nosotros hubiéramos necesitado:un reconocimiento profundo, claro y amoroso…de quiénes son realmente.

 
 
 

Entradas recientes

Ver todo

Comentarios


bottom of page